Por Roberto Ruiz Rebo
La diatriba que con evidente descaro, el comisario Rogelio Polanco, jefe del departamento ideologico del Comité Central del Partido, lanzó contra el grupo Archipielago y sus miembros, no sorprende, solo causa irritación y desprecio. Polanco ni siquiera habla con ideas propias, y apela al balbuceado discurso del presidente que nadie eligió, y que azuzó a sus seguidores a aplastar los reclamos legítimos del pueblo con militares y pandillas. Los allegados del califa Diaz-Canel, émulos del castrismo más trasnochado, muestran una y otra vez su orfandad de argumentos y su desatino para enlazar mentiras. Los que oprimen al país y a su pueblo vistiendo la camiseta de revolucionarios están tan acostumbrados a menospreciar a sus ciudadanos, que les cuesta trabajo admitir que piensan con cabeza propia. Ver y escuchar a Polanco, enfundado en su impoluta guayabera y el alma llena de mentiras, supone un ejercicio de resistencia a los efectos de un purgante. Como si el socialismo en Cuba no hubiese fracasado, como si el peor capitalismo no hubiese sido restaurado en nuestro país por los hipócritas cazadores de dólares, guiados por los propios Fidel y Raúl. ¿Quién convirtió a Varadero, a los mejores hoteles y las mejores playas del país en un apartheid de nuevo tipo? Le dijeron al pueblo que iban a salvar al Socialismo con recetas capitalistas y le vendieron todo el desastre de la doble moneda, de la doble moral, del hambre y la doble vida. ¿O es que acaso Gaesa y Etecsa, entre otras yerbas aromáticas, salieron de los fundamentos de la teoría marxista? ¿O es que la truculenta captura de divisas y las llamadas tiendas en MLC conforman el fundamento económico para la construcción de la sociedad socialista que no acaban de completar? Se llenan la boca con planes y promesas, como si la única opción de progreso para miles de jóvenes no fuese lanzarse al mar, o atravesar las peligrosas selvas de las fronteras centroamericanas buscando una vida decorosa. Polanco arremete contra Archipiélago y sus rostros más visibles y miente porque ni siquiera lo que muestra como prueba de un complot es auténtico. Y él lo sabe. No se atreven a publicar las opiniones de los opositores con sus propias palabras. No tuvieron el valor de sacar a sus propios periodistas a las calles durante el levantamiento de pueblo del 11 de Julio, ni tienen valor para permitir la réplica, porque quedarían desnudos ante los ojos de los que aún creen sus mentiras.
El comisario ideológico cita una serie de hechos violentos y planes que solo ocurrieron en la cabeza afiebrada de los que redactaron su sermón, ignorando que, en todos estos días, hemos visto a través de las redes cómo ellos mismos atizan el discurso de odio en las instituciones y actos oficiales, y entrenan bandas para enfrentar a quienes han hecho el llamado para un ejercicio cívico. Es impensable que los palos, las piedras y las cabillas que se muestran en esos adiestramientos sea para rechazar a una invasión extranjera. ¡Vaya descaro!
En
cualquier país con un estado de derecho, los voceros de la tiranía cubana,
incluyendo a su presidente, ya hubiesen sido procesados por grabar y utilizar grabaciones
o conversaciones personales sin autorización. (para colmo adulteradas.) Hubiesen
sido acusados y puestos ante los tribunales, porque en los últimos meses, no
han cesado ni un solo día de incitar a la violencia. En contraste, en ninguna
de las apariciones, en ninguno de los escritos de los que han llamado a la
marcha pacífica, existe una sola palabra de incitación a los desmanes de los
que se les acusa. Pero en Cuba no se respetan esas garantías, en Cuba no se
respeta la privacidad de los ciudadanos, y por eso es necesaria la marcha: para
que cese la violencia, para que los presos políticos sean liberados, y para que
la tiranía por fin le de paso a un nuevo pacto social.
El
aparato de espionaje de la tiranía, tan enterado de la vida íntima de los opositores,
que conoce sobre el atosigamiento y los actos de vandalismo que “con amor
revolucionario” han perpetrado y
perpetran la Seguridad del Estado, la PNR y las pandillas de respuesta rápida contra
los opositores, calla junto con Polanco, quien no dijo nada de eso en su “amoroso”
discurso, ni se refirió a los cientos de jóvenes que fueron encarcelados de
manera violentamente “amorosa” por las fuerzas represivas y que todavía
permanecen encarcelados de manera ilegal. No habla de los muchachos de San
Isidro, de la UMPACU, de Daniel Ferrer, de los atropellos contra las Damas de
Blanco, cuyo delito ha sido marchar pacíficamente durante años pidiendo justicia
para sus hijos, empuñando un gladiolo en sus manos como única arma de “destrucción”.
Si
Cuba precisa un cambio de gobierno es la voluntad del pueblo quien lo decidirá,
y no un partido político que por demás es el culpable de los fracasos del
proyecto de país que se nos vende a través de su desgastada maquinaria.
Finalmente,
el ideólogo de los privilegios del castrismo concluye su perorata con un glamoroso
derroche de palabras acarameladas, y de ñapa nos regala una amenaza camuflada en
una frase de Martí fuera de contexto. Y cito un fragmento: “Estamos aquí para
impedir que el enemigo acorrale al abanderado o caiga la bandera en malas manos…”
Fin de la cita. La bandera, señor Polanco, es del pueblo, son ustedes quienes
lo han acorralado y se la han arrebatado. La bandera está en malas manos desde
hace 63 años, en las manos de quienes no han sabido hacer posible la felicidad,
y que han destruido hasta los sueños más elementales de sus ciudadanos. Señor
Polanco, José Martí lo dijo: “Donde no hay equidad ni respeto a todas las opiniones
no hay patria, sino una dictadura.”
¡Patria
y Vida!