Por Roberto Ruiz Rebo
Recientemente, el nombrado presidente, Miguel
Diaz-Canel habló en el Parlamento Cubano acerca de la voluntad de su gobierno
de dialogar con la administración de Joe Biden, próximo presidente de los EEUU,
mientras que en ese mismo discurso ninguneó y calumnió a un grupo de artistas
que, tras de ejercer una presión sin precedentes, logró ser recibido en la sede
del Ministerio de Cultura. Ese grupo de artistas protestaba contra la
represión, el acoso y el maltrato a que estaban siendo sometidos los
huelguistas del Movimiento San Isidro por parte de la policía y la seguridad
del estado, cuando protestaban por el encarcelamiento injusto del rapero Denis Solís
a través de una huelga de hambre.
Lo que faltó decir en ese discurso en el parlamento, fue
precisamente que desde ese mismo gobierno que sugiere un diálogo con los
que supuestamente financian y organizan las protestas en Cuba,
se ordenó suspender las conversaciones que ya se había acordado en esa reunión
y que luego las fuerzas represoras arremetieron con ímpetu contra los artistas
de San Isidro y los que de manera pacífica los obligaron a dialogar aquella
noche: los arrestaron, les cortaron la comunicación telefónica y el internet,
les lanzaron las turbas de acción rápida entre otras acciones intimidatorias, y
comenzaron una campaña manipulativa de desinformación en actos públicos en uno
de los cuales el propio Diaz-Canel los llamó mercenarios, terroristas y negó
toda posibilidad de diálogo.
Supongo que antes de una conversación con cualquier gobierno extranjero, el principal diálogo ha de realizarse con los ciudadanos cubanos que se han expuesto a la persecución, a la represión y al acoso por soñar con una Cuba diferente. En vez de las maniobras para reafirmar el desastre socioeconómico cubano a través de la manipulación de las masas, ya es hora de que se celebre un plebiscito para decidir el tipo de sociedad en que quieran vivir todos los cubanos sin necesidad de emigrar, donde quepamos todos, y no en un modelo de sociedad que sólo entienden y disfrutan los que detentan el poder. Un modelo de sociedad que ya casi nadie quiere, y en donde se vocifera que la calle es de los revolucionarios. Y yo me pregunto: ¿A dónde han de ir los que no lo son ni quieren ser revolucionarios?
Tengo el honor de conocer a uno de los muchachos que
se presentaron a protestar en el Ministerio de Cultura, un talentoso teatrista
graduado en una de las universidades cubanas, tuve el placer de colaborar en
uno de sus proyectos estando en Cuba. Mienten de manera deliberada las
autoridades del gobierno llamándolos mercenarios para formar una opinión de
rechazo. De ese mismo modo y de manera velada utilizan los prejuicios raciales
reminiscentes en la población para descalificar y satanizar a los muchachos de
San Isidro y a todo el que se les oponga, aunque esa oposición sea pacífica y a
nivel de pensamiento. Hannah Arendt, una de las más importantes pensadoras del
siglo XX, y quien estudió a fondo los orígenes de los regímenes totalitarios, señaló
que “el más radical revolucionario se vuelve conservador un día después de
llegar al poder”, la titulada revolución
del Centenario, no es una excepción porque sus mentores han acudido al miedo y
la parálisis para retener el poder durante décadas sin alternancia.
Los muchachos de San Isidro no son supuestos artistas. Es ridículo pretender desde una oficina, aunque esta sea la presidencia de la república, decidir quién es o no es artista. Varios de los chicos de San Isidro tienen una obra y una ejecutoria reconocida, y los que no, tienen todo el talento para un proyecto de arte y sociedad superiores.
Señor, Diaz Canel: los que resisten y sobreviven a las carencias y las calamidades en que se mantiene a la sociedad cubana no son ustedes. Los que se enfrentan a la brutalidad policial y de la Seguridad del Estado en las calles y a veces en sus propios hogares no son los familiares de su camarilla de privilegiados. Ustedes tienen el poder, pero no dirigen los sueños de los ciudadanos. Las causas fundamentales de la débacle cubana no están en el Norte, ni en el Sur ni en ninguno de los cuatro puntos cardinales. Está en el mantenimiento pernicioso de dos de esos mismos ingredientes que usted menciona y que dice no estar dispuesto a negociar: un sistema defectuoso y disfuncional, y una revolución acabada por la sed de poder de su propio mentor al que usted representa.
Cuba tiene que cambiar para que podamos, como usted
dijo refiriéndose a EEUU, construir “una relación respetuosa y perdurable”
entre todos los ciudadanos sin distingos las creencias religiosas e ideologías
políticas. Fue “con todos y para el bien de todos” la sociedad por la que se
inmoló el más grande de todos los cubanos que ustedes mencionan a conveniencia.
Cuba está llena de problemas sin resolver que se han
acumulado por más de seis décadas, porque ustedes no han elegido otro camino
que el sufrimiento del pueblo al que aspiran a seguir sacrificando. Ustedes son
la reacción y el inmovilismo, la revolución, el cambio lo están haciendo en
Cuba las nuevas generaciones en las calles y barrios pobres de Santiago, de
Cárdenas, de San Isidro y de todo el país. No es en el Parlamento Cubano donde
se va a decidir el futuro de Cuba, los actuales parlamentarios están tan ocupados en remendar el actual
desastre, que aún no perciben que la mentalidad del país está cambiando y que
el despertar de toda Cuba ya es inevitable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti.
José Martí