Confieso que he debido leer más de una vez los
Tropismos de Manuel Augusto Lemus Martínez, fueron tantos los lugares de su
poesía que visité cuando aún anhelaba adornar mis cabellos con algunas canas,
que no quise perderme el placer de deambular otra vez, por esas calles donde he
recibido el abrazo imaginario de mucha gente querida, y me he permitido vivir nuevamente más de un episodio de aquella época. Desde el título de su libro, Lemus nos
prepara para relacionarnos, dejarnos
involucrar, y hasta modificarnos con esas vibraciones de su mundo poético que reflejan las
reacciones y sus gestos más corrientes ante el entorno: sus tropismos positivos
y negativos.
Conocí a Manuel Augusto Lemus hace muchos años,
cuando teniamos la idea de convertirnos en gente importante desde la inocencia y la ingenuidad de
los talleres literarios. Conocí al Lemus burlón, dicharachero, extravagante,
apasionado con la polémica y las escaramuzas literarias y extraliterarias. Y conocí también
a ese Lemus amable, simpático, comprensivo, tolerante, buen amigo de sus amigos, y cultor de la
ironía más refinada. No creo que siempre haya coincidido con sus criterios, aun
cuando siempre los escuché y estimé como verdaderos e inteligentes. Por eso
siento que Tropismos se le parece. Por sus páginas transcurre ese hombre que
es. La ironía de este cuaderno de poemas
es su mejor arma defensiva, aunque en su esencia no muerde ni hiere a los
inocentes, pero con toda seguridad es un anatema para los culpables y los
promotores de sus desventuras y de su larga dicha.
El territorio escogido por el autor es
estrictamente social. Son temas humanos, algunos urgentes, que se escapan de
las interpretaciones políticas, y aunque muchas de sus historias transcurren en
un espacio delimitado, no hay nada que lo acuse de provincianismos vanales, aun cuando no
hay nada más universal que el acontecer de un pueblo chico. Todo lo que ocurre
en Caimanera o Alto Songo, desde el punto de vista del sentir del humano, se reproduce en Paris, en
Dublín o en Las Vegas a gran escala, respetando los entornos. Quiero decir, que los
tropismos de Lemus pueden ser interpretados igualmente por un madrileño, un
berlinés, o algún ciudadano residente en un intrincado pueblo de Sonora. Desde los
primeros versos de Tropismos, cualquier lector sentirá esa carga irónica que divierte y despierta el interés por conversar con este
hombre que ha sabido burlarse con gracia de sus propias faltas, de sus
contemporáneos y sus antecesores.
Leer "Cartas de Odio, Amor y de otras Nimiedades" del mismo autor, es otra aventura. En este periplo poético de más de 30 poemas,
Lemus nos traslada desde su fina ironía al más conmovedor sarcasmo. Aquí el
poeta no abandona su territorio anterior sino que nos coloca ante una dimensión
diferente de sus contrariedades, sus tribulaciones y sus amores. Digamos que en las Cartas…
Augusto Manuel se decide a ajustarle cuentas a su poesía y a su propia vida,
por eso dice sin pelos en la lengua de su amor y de sus odios.
Para comprender bien estos poemas habría que
conocer la trayectoria de su autor, un hombre que conoció el estigma, el agravio, el escarnio y hasta las pedradas
de los más retrógrados ciudadanos de la sociedad cubana de hace un tiempo, a quienes no
obstante ha sabido perdonar con la más sonora de las elegancias.
Sin dudas, en estos textos de singular bellezas
y originalidad asoman los saberes librescos y vivenciales del poeta, desde las
más encumbradas referencias literarias, hasta las más mundanas de las
expresiones cotidianas. A veces toma una pose doctoral, de sabio, en otras la
de ¨L´enfant terrible¨, y en otras sabe muy bien bajar el verbo, para hablarnos
bajito, casi en secreto, frases que bien debiéramos poner en lugares públicos
como esa de que ¨La soledad es un perro verde que nos muerde dentro en noches
grises, o¨ que todos los animales somos iguales, pero algunos animales somos
más iguales que los otros¨.
Manuel Augusto Lemus tiene una extensa labor de
crítica y de investigación, que no ha sido valorada en su verdadera extensión.
No creo que haya nadie en el mundo que tenga una información más completa que
él sobre la literatura y los artistas guantanameros. Nadie como él conoce con
pelos y señales a los creadores de esa región que se encuentran en la diáspora por todo el planeta. Pero bastan
sus poemas para situarlo entre las voces importantes de la poesía cubana que se
produce fuera de las fronteras de la isla. Gústele a quien le guste, Manuel
Augusto Lemus es un pedazo de Guantánamo, y por extensión un pedazo de esa Cuba indivisible de que
hablaremos mañana.
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Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti.
José Martí