Por Roberto Ruiz Rebo
Maldito el soldado que apunta el arma contra su pueblo.
Simón Bolívar
Pongamos
un panorama hipotético: en Cuba no hay hambre, nadie tiene que entrar en un
pugilato para llevar comida a la mesa, la población vive en viviendas confortables.
Supongamos que el ciudadano común puede vivir con el dinero que le paga el
estado, puede pagar la cuenta de su teléfono celular cada mes y tiene una
cuenta de internet para informarse de lo que pasa en la política, la cultura y
la ciencia; los ancianos retirados no tienen que vivir de migajas, ni hacer
largas colas para alcanzar un trozo de pollo, hay medicinas para todos, el
estado revolucionario escucha a sus ciudadanos. Sin embargo, no todo el mundo
es feliz en ese escenario hipotético, porque hay gente que piensa que las
acciones del gobierno no son suficientes, y que después de más de sesenta años
en el poder, el nivel de vida de la gente se encuentra cada vez más bajo. De
pronto llega una pandemia y pone al país en una situación peor, y los
gobernantes, los que detentan el poder, después de un año de la aparición del
fenómeno, solo tienen promesas para la población, mientras la economía familiar
se derrumba, no hay medicamentos, la gente se muere, aumenta el hambre y las
necesidades más urgentes, y ese gobierno solo le ofrece planes para el futuro a
la gente.
En
ese momento, una buena parte de esa gente sale a protestar, cree que su
gobierno se ha olvidado de ellos. Esa parte de la gente se va a las calles a
demostrar su descontento, piensa que el gobierno los ha engañado y ya no quiere
a esos gobernantes. La gente está indignada, pero solo lleva su grito de
protesta, quiere que las cosas cambien. ¿Qué debería hacer el gobierno en ese
escenario hipotético? Pregunto a los “revolucionarios.”
Tiene
el estado, en ese escenario imaginado, el
derecho de reprimir a los que protestan utilizando a la policía, el ejército y
gente disfrazada de civil? ¿Es adecuado azuzar al pueblo contra el pueblo? ¿Tiene la policía el derecho a penetrar de
manera violenta y ultrajar a personas delante de su familia por el delito de
pensar diferente? ¿Tiene un gobernante el derecho de llamar a una parte de la
población a enfrentarse a muerte contra los que no piensan igual?
Diaz
Canel habló de una guerra mediática, pero valdría preguntarse ¿De qué parte
viene la llamada guerra? ¿De opinar o acallar las opiniones? ¿Quién ha
silenciado a internet desde hace años y ahora lo silencia a su antojo? ¿Quién
ha vetado las imágenes de la violenta represión a que ha sido sometido el
pueblo, para esconder la verdadera cara del régimen?
Diaz
Canel habló de revolucionarios confundidos, de gente afectada por los problemas
y gente manipuladora: ¿Cuál de los mencionados no es el pueblo?
Desde el punto de vista de Díaz Canel, las calles son de los revolucionarios que,
interpretándolo de manera cabal, quiere decir, de los que apoyan al gobierno. ¿Es solo pueblo quien apoya los designios del gobierno? ¿O es que no somos pueblo los que disienten o los que hemos emigrado? Si las calles son de los revolucionarios, ¿dónde está el espacio para disentir, para hacerle saber al partido que hay hambre y necesidades y que ellos no han hecho bien las cosas?
La
población cubana no tiene acceso a las imágenes de la barbarie que se ha
cometido en estos últimos días. El estado cubano ha hecho muy bien su papel de
represor hipócrita: ha acallado el flujo de información desde Cuba y dentro del
país, para que no vean su verdadero rostro. No creo que tanto abuso, tanto
atropello del aparato represivo, sea aplaudido por los cubanos de a pie que,
aunque no hayan salido a las calles, sufren las atrocidades del gobierno.
Pues bien, señores “revolucionarios”, sepan que ustedes se han colocado al lado del poder, sepan que en Cuba ya corre la sangre de gente que ha alzado su voz, solo su voz. Sepan que dentro de su revolución se secuestra, se tortura y se mata. Negar la ilegitimidad de las acciones de la tiranía en los últimos tres días, solo demuestra una ceguera incurable o una hipocresía oportunista. En los tiempos que corren, la situación cubana nos ha colocado en una disyuntiva: Estar junto al pueblo, o con el poder. Y esa es la cuestión.