domingo, 7 de abril de 2013

Manuel Augusto Lemus: entre tropismos de amores y cartas


Confieso que he debido leer más de una vez los Tropismos de Manuel Augusto Lemus Martínez, fueron tantos los lugares de su poesía que visité cuando aún anhelaba adornar mis cabellos con algunas canas, que no quise perderme el placer de deambular otra vez, por esas calles donde he recibido el abrazo imaginario de mucha gente querida, y me he permitido vivir nuevamente más de un episodio de aquella época. Desde el título de su libro, Lemus nos prepara para relacionarnos,  dejarnos involucrar, y hasta modificarnos con esas vibraciones  de su mundo poético que reflejan las reacciones y sus gestos más corrientes ante el entorno: sus tropismos positivos y negativos.
Conocí a Manuel Augusto Lemus hace muchos años, cuando teniamos la idea de convertirnos en gente importante desde la inocencia y la ingenuidad de los talleres literarios. Conocí al Lemus burlón, dicharachero, extravagante, apasionado con la polémica y las escaramuzas literarias y extraliterarias. Y conocí también a ese Lemus amable, simpático, comprensivo, tolerante,  buen amigo de sus amigos, y cultor de la ironía más refinada. No creo que siempre haya coincidido con sus criterios, aun cuando siempre los escuché y estimé como verdaderos e inteligentes. Por eso siento que Tropismos se le parece. Por sus páginas transcurre ese hombre que es. La  ironía de este cuaderno de poemas es su mejor arma defensiva, aunque en su esencia no muerde ni hiere a los inocentes, pero con toda seguridad es un anatema para los culpables y los promotores de sus desventuras y de su larga dicha.

El territorio escogido por el autor es estrictamente social. Son temas humanos, algunos urgentes, que se escapan de las interpretaciones políticas, y aunque muchas de sus historias transcurren en un espacio delimitado, no hay nada que lo acuse de provincianismos vanales, aun cuando no hay nada más universal que el acontecer de un pueblo chico. Todo lo que ocurre en Caimanera o Alto Songo, desde el punto de vista del  sentir del humano, se reproduce en Paris, en Dublín o en Las Vegas a gran escala, respetando los entornos. Quiero decir, que los tropismos de Lemus pueden ser interpretados igualmente por un madrileño, un berlinés, o algún ciudadano residente en un intrincado pueblo de Sonora. Desde los primeros versos de Tropismos, cualquier lector sentirá esa carga irónica que divierte y  despierta el interés por conversar con este hombre que ha sabido burlarse con gracia de sus propias faltas, de sus contemporáneos y sus antecesores.

Leer "Cartas de Odio, Amor y  de otras Nimiedades" del mismo autor, es otra aventura. En este periplo poético de más de 30 poemas, Lemus nos traslada desde su fina ironía al más conmovedor sarcasmo. Aquí el poeta no abandona su territorio anterior sino que nos coloca ante una dimensión diferente de sus contrariedades, sus tribulaciones y sus amores. Digamos que en las Cartas… Augusto Manuel se decide a ajustarle cuentas a su poesía y a su propia vida, por eso dice sin pelos en la lengua de su amor y de sus odios.
Para comprender bien estos poemas habría que conocer la trayectoria de su autor, un hombre que conoció el estigma, el agravio, el escarnio y hasta las pedradas de los más retrógrados ciudadanos de la sociedad cubana de hace un tiempo, a quienes no obstante ha sabido perdonar con la más sonora de las elegancias.
Sin dudas, en estos textos de singular bellezas y originalidad asoman los saberes librescos y vivenciales del poeta, desde las más encumbradas referencias literarias, hasta las más mundanas de las expresiones cotidianas. A veces toma una pose doctoral, de sabio, en otras la de ¨L´enfant terrible¨, y en otras sabe muy bien bajar el verbo, para hablarnos bajito, casi en secreto, frases que bien debiéramos poner en lugares públicos como esa de que ¨La soledad es un perro verde que nos muerde dentro en noches grises, o¨ que todos los animales somos iguales, pero algunos animales somos más iguales que los otros¨.

Manuel Augusto Lemus tiene una extensa labor de crítica y de investigación, que no ha sido valorada en su verdadera extensión. No creo que haya nadie en el mundo que tenga una información más completa que él sobre la literatura y los artistas guantanameros. Nadie como él conoce con pelos y señales a los creadores de esa región que se encuentran en  la diáspora por todo el planeta. Pero bastan sus poemas para situarlo entre las voces importantes de la poesía cubana que se produce fuera de las fronteras de la isla. Gústele a quien le guste, Manuel Augusto Lemus es un pedazo de Guantánamo, y por extensión un pedazo de  esa Cuba indivisible de que hablaremos mañana.

viernes, 25 de enero de 2013

El Mundo según Casciari

Hace algunas horas recibí un correo de uno de mis mejores amigos, tenía un adjunto, y como siempre me envía trabajos interesantes, lo devoré de inmediato. Es  un genial artículo del periodista argentino Hernán Casciari, corresponsal del diario español El País. Hubiera sido  muy egoísta saborearlo  sólo. Aquí se lo dejo para que ustedes también lo disfruten.
Leí una vez que la Argentina no es mejor ni peor que España, sólo más joven. Me gustó esa teoría y entonces inventé un truco para descubrir la edad de los países basándome en el 'sistema perro'.

Desde chicos nos explicaron que para saber si un perro era joven o viejo había que multiplicar su edad biológica por 7. En el caso de los países hay que dividir su edad histórica entre 14 para saber su correspondencia humana. ¿Confuso? En este artículo pongo algunos ejemplos reveladores.
Argentina nació en 1816, por lo tanto ya tiene 190 años. Si lo dividimos entre 14, Argentina tiene 'humanamente' alrededor de 13 años y medio, o sea, está en la edad del pavo. Es rebelde, pajera, no tiene memoria, contesta sin pensar y está llena de acné (¿será por eso que le dicen el granero del mundo?

Casi todos los países de América Latina tienen la misma edad y, como pasa siempre en esos casos, forman pandillas. La pandilla del Mercosur son cuatro adolescentes que tienen un conjunto de rock. Ensayan en un garaje, hacen mucho ruido y jamás han sacado un disco. Venezuela, que ya tiene tetitas, está a punto de unirse a ellos para hacer los coros. En realidad, como la mayoría de las chicas de su edad, quiere tener sexo, en este caso con Brasil, que tiene 14 años y el miembro grande. México también es adolescente, pero con ascendente indígena. Por eso se ríe poco y no fuma ni un inofensivo porro, como el resto de sus amiguitos, sino que mastica peyote, y se junta con Estados Unidos, un retrasado mental de 17. En el otro extremo está la China milenaria. Si dividimos sus 1,200 años por 14 obtenemos una señora de 85, conservadora, con olor a pipí de gato, que se la pasa comiendo arroz porque no tiene -por ahora- para comprarse una dentadura postiza. La China tiene un nieto de 8 años, Taiwán, que le hace la vida imposible. Está divorciada desde hace rato de Japón, un viejo cascarrabias, que se juntó con Filipinas, una jovencita pendeja, que siempre está dispuesta a cualquier aberración a cambio de dinero. Después, están los países que acaban de cumplir la mayoría de edad y salen a pasear en el BMW del padre. Por ejemplo, Australia y Canadá típicos países que crecieron al amparo de papá Inglaterra y mamá Francia, con una educación estricta y concheta, y que ahora se hacen los locos. Australia es una pendeja de poco más de 18 años, que hace topless y tiene sexo con Sudáfrica; mientras que Canadá es un chico gay emancipado, que en cualquier momento adopta al bebé Groenlandia para formar una de esas familias alternativas que están de moda. Francia es una separada de 36 años, más puta que las gallinas, pero muy respetada en el ámbito profesional. Tiene un hijo de apenas 6 años: Mónaco, que va camino de ser puto o bailarín... o ambas cosas. Es amante esporádica de Alemania, camionero rico que está casado con Austria, que sabe que es cornuda, pero no le importa. Italia es viuda desde hace mucho tiempo. Vive cuidando a San Marino y al Vaticano, dos hijos católicos idénticos a los mellizos de los Flandes. Estuvo casada en segundas nupcias con Alemania (duraron poco: tuvieron a Suiza), pero ahora no quiere saber nada con los hombres. A Italia le gustaría ser una mujer como Bélgica: abogada, independiente, que usa pantalón y habla de política de tú a tú con los hombres. España es la mujer más linda de Europa (posiblemente Francia le haga sombra, pero pierde espontaneidad por usar tanto perfume). Anda mucho en tetas y va casi siempre borracha. Generalmente se deja follar por Inglaterra y después hace la denuncia.
España tiene hijos por todas partes (casi todos de 13 años), que viven lejos. Los quiere mucho, pero le molesta que, cuando tienen hambre, pasen una temporada en su casa y le abran la nevera.
Otro que tiene hijos desperdigados es Inglaterra. Sale en barco por la noche, se tira a las pendejas y a los nueve meses aparece una isla nueva en alguna parte del mundo. Pero no se desentiende de ella. En general las islas viven con la madre, pero Inglaterra les da de comer. Escocia e Irlanda, los hermanos de Inglaterra que viven en el piso de arriba, se pasan la vida borrachos y ni siquiera saben jugar al fútbol. Son la vergüenza de la familia. Suecia y Noruega son dos lesbianas de casi 40 años, que están buenas de cuerpo, a pesar de la edad, pero no le dan bola a nadie. Cogen y trabajan, pues son licenciadas en algo. A veces hacen trío con Holanda (cuando necesitan porro); otras, le histeriquean a Finlandia, que es un tipo medio andrógino de 30 años, que vive solo en un ático sin amueblar y se la pasa hablando por el móvil con Corea. Corea (la del sur) vive pendiente de su hermana esquizoide. Son mellizas, pero la del norte tomó líquido amniótico cuando salió del útero y quedó estúpida. Se pasó la infancia usando pistolas y ahora, que vive sola, es capaz de cualquier cosa. Estados Unidos, el retrasadito de 17, la vigila mucho, no por miedo, sino porque le quiere quitar sus pistolas. Israel es un intelectual de 62 años que tuvo una vida de mierda. Hace unos años, Alemania, el camionero, no lo vio y se lo llevó por delante. Desde ese día Israel se puso como loco. Ahora, en vez de leer libros, se la pasa en la terraza tirándole piedras a Palestina, que es una chica que está lavando la ropa en la casa de al lado. Irán e Irak eran dos primos de 16 que robaban motos y vendían los repuestos, hasta que un día le robaron un repuesto a la motoneta de Estados Unidos y se les acabó el negocio. Ahora se están comiendo los mocos. El mundo estaba bien así, hasta que un día Rusia se juntó (sin casarse) con la Perestroika y tuvieron como docena y media de hijos. Todos raros, algunos mongólicos, otros esquizofrénicos. Hace una semana, y gracias a un despelote con tiros y muertos, los habitantes serios del mundo descubrimos que hay un país que se llama Kabardino-Balkaria. Un país con bandera, presidente, himno, flora, fauna.....y ¡hasta gente! A mí me da un poco de miedo que aparezcan países de corta edad, así, de repente. Que nos enteremos de costado y que, incluso, tengamos que poner cara de que ya sabíamos, para no quedar como ignorantes Y yo me pregunto: ¿Por qué siguen naciendo países, si los que hay, todavía no funcionan?