domingo, 27 de diciembre de 2020

A propósito del futuro diálogo: Lo que le faltó decir a Diaz-Canel en el Parlamento

Por Roberto Ruiz Rebo

Valdría la pena preguntarse cuál será el día en que el actual gobierno cubano va a tomar en serio los reclamos del pueblo y va a sentarse a dialogar con la gente más vapuleada de nuestro país en todos estos años de miseria. 

Recientemente, el nombrado presidente, Miguel Diaz-Canel habló en el Parlamento Cubano acerca de la voluntad de su gobierno de dialogar con la administración de Joe Biden, próximo presidente de los EEUU, mientras que en ese mismo discurso ninguneó y calumnió a un grupo de artistas que, tras de ejercer una presión sin precedentes, logró ser recibido en la sede del Ministerio de Cultura. Ese grupo de artistas protestaba contra la represión, el acoso y el maltrato a que estaban siendo sometidos los huelguistas del Movimiento San Isidro por parte de la policía y la seguridad del estado, cuando protestaban por el encarcelamiento injusto del rapero Denis Solís a través de una huelga de hambre.

Lo que faltó decir en ese discurso en el parlamento, fue precisamente  que desde ese mismo gobierno que sugiere un diálogo con los que  supuestamente  financian y organizan las protestas en Cuba, se ordenó suspender las conversaciones que ya se había acordado en esa reunión y que luego las fuerzas represoras arremetieron con ímpetu contra los artistas de San Isidro y los que de manera pacífica los obligaron a dialogar aquella noche: los arrestaron, les cortaron la comunicación telefónica y el internet, les lanzaron las turbas de acción rápida entre otras acciones intimidatorias, y comenzaron una campaña manipulativa de desinformación en actos públicos en uno de los cuales el propio Diaz-Canel los llamó mercenarios, terroristas y negó toda posibilidad de diálogo.

Supongo que antes de una conversación con cualquier gobierno extranjero, el principal diálogo ha de realizarse con los ciudadanos cubanos que se han expuesto a la persecución, a la represión y al acoso por soñar con una Cuba diferente. En vez de las maniobras para reafirmar el desastre socioeconómico cubano a través de la manipulación de las masas, ya es hora de que se celebre un plebiscito para decidir el tipo de sociedad en que quieran vivir todos los cubanos sin necesidad de emigrar, donde quepamos todos, y no en un modelo de sociedad que sólo entienden y disfrutan los que detentan el poder. Un modelo de sociedad que ya casi nadie quiere, y en donde se vocifera que la calle es de los revolucionarios. Y yo me pregunto: ¿A dónde han de ir los que no lo son ni quieren ser revolucionarios? 

Tengo el honor de conocer a uno de los muchachos que se presentaron a protestar en el Ministerio de Cultura, un talentoso teatrista graduado en una de las universidades cubanas, tuve el placer de colaborar en uno de sus proyectos estando en Cuba. Mienten de manera deliberada las autoridades del gobierno llamándolos mercenarios para formar una opinión de rechazo. De ese mismo modo y de manera velada utilizan los prejuicios raciales reminiscentes en la población para descalificar y satanizar a los muchachos de San Isidro y a todo el que se les oponga, aunque esa oposición sea pacífica y a nivel de pensamiento. Hannah Arendt, una de las más importantes pensadoras del siglo XX, y quien estudió a fondo los orígenes de los regímenes totalitarios, señaló que “el más radical revolucionario se vuelve conservador un día después de llegar al poder”,  la titulada revolución del Centenario, no es una excepción porque sus mentores han acudido al miedo y la parálisis para retener el poder durante décadas sin alternancia.

Los muchachos de San Isidro no son supuestos artistas. Es ridículo pretender desde una oficina, aunque esta sea la presidencia de la república, decidir quién es o no es artista. Varios de los chicos de San Isidro tienen una obra y una ejecutoria reconocida, y los que no, tienen todo el talento para un proyecto de arte y sociedad superiores. 

Los alabarderos del régimen de La Habana hablan del arte como “arma de la revolución”, pero se oponen a los cambios, a esa constante convulsión que provoca la creación. Según Diaz-Canal los reclamos de los artistas no deben ser de otra índole que sobre pase a la creación, y llama “extra artísticos” algunos de los reclamos de los huelguistas. Se contradice el elegido de Raúl hablando de manera ininteligible de “una oposición política sin base social”. ¿A qué se refiere? ¿Por qué le teme a la confrontación con los que piensan diferente? Ya nadie cree esa mentira de que no hay oposición en Cuba, ejemplo de ello son Las Damas de Blanco, la UMPACU, Somos Más, Cuba Decide, Cuba Independente y Democrática, el Movimiento San Isidro y más de una docena de grupos de activistas que conforman la disidencia cubana y que han resistido por años la embestida fidelista y la raulista, acompañados también por las organizaciones que, desde fuera del país, han mantenido viva la llama de la rebeldía. ¿Cuatro gatos? Tal Vez. Pero cuatro gatos que ya perdieron el miedo y que representan los anhelos de una Cuba diferente.

Señor, Diaz Canel: los que resisten y sobreviven a las carencias y las calamidades en que se mantiene a la sociedad cubana no son ustedes. Los que se enfrentan a la brutalidad policial y de la Seguridad del Estado en las calles y a veces en sus propios hogares no son los familiares de su camarilla de privilegiados. Ustedes tienen el poder, pero no dirigen los sueños de los ciudadanos. Las causas fundamentales de la débacle cubana no están en el Norte, ni en el Sur ni en ninguno de los cuatro puntos cardinales. Está en el mantenimiento pernicioso de dos de esos mismos ingredientes que usted menciona y que dice no estar dispuesto a negociar: un sistema defectuoso y disfuncional, y una revolución acabada por la sed de poder de su propio mentor al que usted representa. 

Cuba tiene que cambiar para que podamos, como usted dijo refiriéndose a EEUU, construir “una relación respetuosa y perdurable” entre todos los ciudadanos sin distingos las creencias religiosas e ideologías políticas. Fue “con todos y para el bien de todos” la sociedad por la que se inmoló el más grande de todos los cubanos que ustedes mencionan a conveniencia. 

Cuba está llena de problemas sin resolver que se han acumulado por más de seis décadas, porque ustedes no han elegido otro camino que el sufrimiento del pueblo al que aspiran a seguir sacrificando. Ustedes son la reacción y el inmovilismo, la revolución, el cambio lo están haciendo en Cuba las nuevas generaciones en las calles y barrios pobres de Santiago, de Cárdenas, de San Isidro y de todo el país. No es en el Parlamento Cubano donde se va a decidir el futuro de Cuba, los actuales parlamentarios están tan ocupados en remendar el actual desastre, que aún no perciben que la mentalidad del país está cambiando y que el despertar de toda Cuba ya es inevitable.


viernes, 18 de diciembre de 2020

Carta a mis amigos que no creen en el Movimiento de San Isidro

 

8 de Diciembre 2020

Mis queridos amigos:

Ustedes no creen en San Isidro. Yo sí. Algunos de ustedes saben que no soy dado a escribir mis criterios políticos en Facebook. No comulgo con la alharaca. También saben que fui en un momento de mi vida, defensor de la Revolución. Hace tiempo que no es así, y los abusos, los excesos de la policía y los grupos llamados de respuesta rápida, hoy me obligan a hablar, a condenar, aunque sea humildemente. 

 

Actualmente resido en el extranjero por las mismas razones que miles de nuestros contemporáneos y todos ustedes están fuera de Cuba, por eso he sido acusado muchas veces, de las mismas cosas de que acusan a la gente de San Isidro. Si eso no fuera tan dramático, me reiría a carcajadas, porque con mis 68 años, vivo aquí en los Estados Unidos de un trabajo sencillo y honesto, que no obstante me permite satisfacer todas mis necesidades.

San Isidro es la voz de los que no tiene voz, “la caravana en harapos”, de los que cantan en los recovecos, sí, pero no menos talentosos que los que cantan en los canales de la TV y la radio Nacional, no menos creativos que los que exponen en las principales galerías de arte, no menos que nadie. San Isidro es la voz de los que viven en las cuarterías, los marginales, la gente de ese mundo que no atisba la salida del atolladero en que ha permanecido sumergida Cuba en todos estos años, porque ellos, esa gente solariega que tanto han dado a la cultura cubana, son los más aplastados, los más preteridos. Y esa son las gentes que el poder en Cuba pretende seguir pisoteando, por lo más legítimo que hoy reconoce todo el mundo que es protestar o disentir.


Acabo de ver y leer la versión oficial del gobierno cubano sobre lo que está sucediendo en San Isidro, y no me sorprendí, nada ha cambiado en el lenguaje y la narrativa oficial, ya estoy acostumbrado. Ahora resulta que los que protestan son una chusma de gentes ligadas a grupos terroristas de Miami.  ¿Cuáles son esos grupos? El procedimiento es siempre el mismo, demonizar a todo el que piensa diferente o levanta la cabeza. Dicen que todo es una campana elaborada por el gobierno estadounidense, como si no hubiera motivos suficientes en la sociedad cubana para protestar. Antes fueron los gusanos, luego las escorias, la mafia, los mercenarios y ahora los terroristas. Siempre un lenguaje para descalificar y desprestigiar. Nada más ridículo en un país que se ha venido deteriorando años tras año, por la incapacidad de sus gobernantes, una elite que ha confundido hasta el cansancio una idea personalizada con los anhelos de millones. Un gobierno en el que un hombre detentó el poder por más de cinco décadas dejándolo en ruinas a su muerte en nombre de una ideología que no ha dado buenos frutos en ninguna latitud. Si no fuese así, ¿cómo podríamos explicar que el gran sueño de los jóvenes y los no tan jóvenes en Cuba en su mayoría sea emigrar? ¿Cómo explicar que después de más de seis décadas de gobierno nuestra gente no tenga los mínimos esenciales para vivir? ¿Cómo explicar que ustedes y yo hayamos tenido que emigrar para tener una vida mejor y más llevadera? ¿Cómo explicar la Cuba de Raúl Castro y Diaz Canel rodeados de lujos y todo tipo de prerrogativas y privilegios, mientras la gente se despedaza en las colas para llevar comida a la mesa? ¿Si el cuento del bloqueo fuese cierto, por qué sus gobernantes no lo han resuelto? ¿O es que mantener una ideología vale más que garantizar la felicidad de los cubanos?


La Generación de San Isidro nos supera en honor y valentía, y lo digo a mi pesar, porque, aunque muchas veces disentí con el pensamiento oficial, también bajé la cabeza, por miedo. Cuando salí de Cuba, hacía mucho tiempo que no creía en ese proyecto, mis más cercanos lo saben, pero nunca me atreví a gritarlo, lo mismo que muchos de mis amigos y colegas. No obstante, a ello, en muchas ocasiones fui aleccionado, acallado e intimidado sólo por expresar opiniones “inapropiadas” o negarme a participar en los actos de repudio, una de las acciones más indignas e inaceptables para cualquier ser humano que tenga dos dedos de frente. Ejercí el periodismo y en más de una ocasión fue premiada mi obediencia, pero hoy esos premios me avergüenzan, y no me voy a presumir de buen guerrero.


Cuantos años tendrán que esperar los cubanos para cambiar un modelo de sociedad anquilosado en un pasado lleno de fracasos y penurias, de hambre, y una vida miserable, pendiente de los vientos políticos que soplan en otras latitudes, o coyunturas económicas favorables para tener un respiro. Ahora, sueñan con la salida de Trump, y un Biden más amable. Hace mucho tiempo que necesitamos de un país que dependa de sí mismo para que sus ciudadanos puedan vivir con las condiciones mínimas de decoro, y no pendientes a remesas de la gente que sus propios gobernantes acusan de mercenarios y vendepatrias. Necesitamos un cambio de sistema y de gobernantes porque ambos han sido incapaces de hacer feliz al pueblo, y diría más, ambos son el impedimento para que eso suceda. Necesitamos un país donde el estado y el gobierno cumplan las leyes, donde funcionen las instituciones libremente y no como apéndice de un individuo o de un aparato que manda sin respeto a la constitución. Por eso creo en el Movimiento San Isidro, ellos son “la caravana en harapos de todos los pobres, la mesa sin mantel, la callejuela y la palabrota”, ellos valen lo que no vale mi silencio, lo que nunca valdrá ningún premio a la obediencia.

        Los abrazo, 

        Roberto Ruiz Rebo