viernes, 16 de julio de 2021

Junto al pueblo o con el poder: Algunas preguntas para los “revolucionarios”.

Por Roberto Ruiz Rebo

Maldito el soldado que apunta el arma contra su pueblo.

                                                                  Simón Bolívar

Pongamos un panorama hipotético: en Cuba no hay hambre, nadie tiene que entrar en un pugilato para llevar comida a la mesa, la población vive en viviendas confortables. Supongamos que el ciudadano común puede vivir con el dinero que le paga el estado, puede pagar la cuenta de su teléfono celular cada mes y tiene una cuenta de internet para informarse de lo que pasa en la política, la cultura y la ciencia; los ancianos retirados no tienen que vivir de migajas, ni hacer largas colas para alcanzar un trozo de pollo, hay medicinas para todos, el estado revolucionario escucha a sus ciudadanos. Sin embargo, no todo el mundo es feliz en ese escenario hipotético, porque hay gente que piensa que las acciones del gobierno no son suficientes, y que después de más de sesenta años en el poder, el nivel de vida de la gente se encuentra cada vez más bajo. De pronto llega una pandemia y pone al país en una situación peor, y los gobernantes, los que detentan el poder, después de un año de la aparición del fenómeno, solo tienen promesas para la población, mientras la economía familiar se derrumba, no hay medicamentos, la gente se muere, aumenta el hambre y las necesidades más urgentes, y ese gobierno solo le ofrece planes para el futuro a la gente.

En ese momento, una buena parte de esa gente sale a protestar, cree que su gobierno se ha olvidado de ellos. Esa parte de la gente se va a las calles a demostrar su descontento, piensa que el gobierno los ha engañado y ya no quiere a esos gobernantes. La gente está indignada, pero solo lleva su grito de protesta, quiere que las cosas cambien. ¿Qué debería hacer el gobierno en ese escenario hipotético? Pregunto a los “revolucionarios.”

Tiene el estado, en ese  escenario imaginado, el derecho de reprimir a los que protestan utilizando a la policía, el ejército y gente disfrazada de civil? ¿Es adecuado azuzar al pueblo contra el pueblo?  ¿Tiene la policía el derecho a penetrar de manera violenta y ultrajar a personas delante de su familia por el delito de pensar diferente? ¿Tiene un gobernante el derecho de llamar a una parte de la población a enfrentarse a muerte contra los que no piensan igual?

Diaz Canel habló de una guerra mediática, pero valdría preguntarse ¿De qué parte viene la llamada guerra? ¿De opinar o acallar las opiniones? ¿Quién ha silenciado a internet desde hace años y ahora lo silencia a su antojo? ¿Quién ha vetado las imágenes de la violenta represión a que ha sido sometido el pueblo, para esconder la verdadera cara del régimen?

Diaz Canel habló de revolucionarios confundidos, de gente afectada por los problemas y gente manipuladora: ¿Cuál de los mencionados no es el pueblo?

Desde el punto de vista de Díaz Canel, las calles son de los revolucionarios que,


interpretándolo de manera cabal, quiere decir, de los que apoyan al gobierno. ¿Es solo pueblo quien apoya los designios del gobierno? ¿O es que no somos pueblo los que disienten o los que hemos emigrado? Si las calles son de los revolucionarios, ¿dónde está el espacio para disentir, para hacerle saber al partido que hay hambre y necesidades y que ellos no han hecho bien las cosas?

La población cubana no tiene acceso a las imágenes de la barbarie que se ha cometido en estos últimos días. El estado cubano ha hecho muy bien su papel de represor hipócrita: ha acallado el flujo de información desde Cuba y dentro del país, para que no vean su verdadero rostro. No creo que tanto abuso, tanto atropello del aparato represivo, sea aplaudido por los cubanos de a pie que, aunque no hayan salido a las calles, sufren las atrocidades del gobierno.

Pues bien, señores “revolucionarios”, sepan que ustedes se han colocado al lado del poder, sepan que en Cuba ya corre la sangre de gente que ha alzado su voz, solo su voz. Sepan que dentro de su revolución se secuestra, se tortura y se mata. Negar la ilegitimidad de las acciones de la tiranía en los últimos tres días, solo demuestra una ceguera incurable o una hipocresía oportunista. En los tiempos que corren, la situación cubana nos ha colocado en una disyuntiva: Estar junto al pueblo, o con el poder. Y esa es la cuestión.  

lunes, 12 de julio de 2021

Cubanos en las calles: el mundo está mirando

Por Roberto Ruiz Rebo

#soscuba #patriayvida #sinpatriaperosinamo

La conquista de las calles por el pueblo cubano en distintos puntos de la isla, este domingo, era un evento largamente esperado. El cubano está desesperado y, ahora desarmado, ya está arriesgando su vida. Luego del Maleconazo en la década del noventa, en que unos cientos de habaneros se lanzaron a protestar en las calles, no había sucedido nada parecido. Ha sido un despertar lento, extremadamente lento, como consecuencia del control de los medios por parte del régimen, quien han mantenido el poderío de las tecnologías de la comunicación bajo la más estricta limitación y vigilancia.

Por años hemos escuchado a la tiranía propalar la mentira de que todos los que hemos pedido el cambio somos pagados por el gobierno estadounidense. Ahora, la avalancha de pueblo en las calles pidiendo libertad, cambios y soluciones, según Diaz-Canel, es producto de la confusión y de la desinformación. Y dice además que al exilio no le importa el bienestar de sus familias, cuando durante años la vasta mayoría de los exiliados hemos contribuido, desde el exterior, con la alimentación, la salud y el bienestar de ese pueblo, enviando dinero, ropa, alimentos y todo tipo de útiles a nuestros seres queridos.

Ayer vimos, a través de las redes sociales, la verdadera cara del régimen y la decisión del pueblo de echarlos del poder. Las multitudes de miles y miles de cubanos, que este domingo salieron a las calles, no enarbolaban ningún tipo de arma, sino que de manera pacífica alzaban el clamor de: “Libertad, patria y vida, abajo la dictadura” entre otros reclamos. Las masivas movilizaciones, que aun ocupan las calles del país, movidas por el resorte de sus necesidades, son de gente sufrida que claman por soluciones. Sin embargo, vimos y escuchamos al presidente de facto hablando, en tono amenazante, de una “orden de combate” que ya está dada. Escuchamos a un presidente diciendo que está “dispuesto a todo”, por preservar la revolución, como él llama a un proceso anquilosado por más de sesenta años. ¿Qué significan las palabras de Diaz-Canel?  ¿Qué significa la arrogancia del régimen que movilizó ayer a sus fuerzas represoras, algunos vestidos de civil, y disparó contra la población y golpeó a algunos de los manifestantes de manera brutal?  ¿Significan que está dispuesto a un baño de sangre por salvar una ideología fallida, antes de resolver o darle paso a otros que resuelvan los problemas en Cuba? Cada gota de sangre que se derrame en Cuba será responsabilidad de Miguel Diaz-Canel y del Partido Comunista, quienes han azuzado a sus bandas de apandillados a reprimir el clamor del pueblo con palos y con la fuerza policial y el ejército armados.

Los cubanos estamos hartos de discursos sin soluciones. Ya no queremos promesas, y la respuesta es que le cedan el puesto a gente con ideas y fuerzas para llevarle comida y bienestar al país. Los cubanos sabemos que la cúpula gobernante no ha podido, ni podrá porque no han hecho política para hacer feliz a la gente, sino para beneficio de las vanidades del difunto rey de la barba y el hermano, y por años seguimos sufriendo el deterioro de todas las esferas de vida del país. De nada sirven las ideologías y discursos bonitos que solo traen la pobreza y la infelicidad de la gente.

Hemos escuchado de la adhesión de algunos policías y militares con el pueblo en esta hora decisiva. Muchos cubanos, en algún momento, apoyamos a la revolución, muchos militamos en las organizaciones comunistas y, en un punto, la realidad nos obligó a pasarnos al lado correcto. Es la hora de que los militares, también se sumen al pueblo y no participen en esa guerra civil que torpemente a ha invocado el dictadorzuelo de turno.

Llegó el momento en que los opresores tienen que   armar sus matules , y los argumentos para rendir cuentas. Ya no son tiempos de morir impune. El pueblo no pide un diálogo con sus verdugos. Que no digan más mentiras, el mundo entero está mirando todo lo que sucede, y la calle no es de los que apoyan al régimen, la calle es de todos. Y en este momento es, como nunca fue, de los que están haciendo una nueva revolución sin los Castro.