viernes, 18 de diciembre de 2020

Carta a mis amigos que no creen en el Movimiento de San Isidro

 

8 de Diciembre 2020

Mis queridos amigos:

Ustedes no creen en San Isidro. Yo sí. Algunos de ustedes saben que no soy dado a escribir mis criterios políticos en Facebook. No comulgo con la alharaca. También saben que fui en un momento de mi vida, defensor de la Revolución. Hace tiempo que no es así, y los abusos, los excesos de la policía y los grupos llamados de respuesta rápida, hoy me obligan a hablar, a condenar, aunque sea humildemente. 

 

Actualmente resido en el extranjero por las mismas razones que miles de nuestros contemporáneos y todos ustedes están fuera de Cuba, por eso he sido acusado muchas veces, de las mismas cosas de que acusan a la gente de San Isidro. Si eso no fuera tan dramático, me reiría a carcajadas, porque con mis 68 años, vivo aquí en los Estados Unidos de un trabajo sencillo y honesto, que no obstante me permite satisfacer todas mis necesidades.

San Isidro es la voz de los que no tiene voz, “la caravana en harapos”, de los que cantan en los recovecos, sí, pero no menos talentosos que los que cantan en los canales de la TV y la radio Nacional, no menos creativos que los que exponen en las principales galerías de arte, no menos que nadie. San Isidro es la voz de los que viven en las cuarterías, los marginales, la gente de ese mundo que no atisba la salida del atolladero en que ha permanecido sumergida Cuba en todos estos años, porque ellos, esa gente solariega que tanto han dado a la cultura cubana, son los más aplastados, los más preteridos. Y esa son las gentes que el poder en Cuba pretende seguir pisoteando, por lo más legítimo que hoy reconoce todo el mundo que es protestar o disentir.


Acabo de ver y leer la versión oficial del gobierno cubano sobre lo que está sucediendo en San Isidro, y no me sorprendí, nada ha cambiado en el lenguaje y la narrativa oficial, ya estoy acostumbrado. Ahora resulta que los que protestan son una chusma de gentes ligadas a grupos terroristas de Miami.  ¿Cuáles son esos grupos? El procedimiento es siempre el mismo, demonizar a todo el que piensa diferente o levanta la cabeza. Dicen que todo es una campana elaborada por el gobierno estadounidense, como si no hubiera motivos suficientes en la sociedad cubana para protestar. Antes fueron los gusanos, luego las escorias, la mafia, los mercenarios y ahora los terroristas. Siempre un lenguaje para descalificar y desprestigiar. Nada más ridículo en un país que se ha venido deteriorando años tras año, por la incapacidad de sus gobernantes, una elite que ha confundido hasta el cansancio una idea personalizada con los anhelos de millones. Un gobierno en el que un hombre detentó el poder por más de cinco décadas dejándolo en ruinas a su muerte en nombre de una ideología que no ha dado buenos frutos en ninguna latitud. Si no fuese así, ¿cómo podríamos explicar que el gran sueño de los jóvenes y los no tan jóvenes en Cuba en su mayoría sea emigrar? ¿Cómo explicar que después de más de seis décadas de gobierno nuestra gente no tenga los mínimos esenciales para vivir? ¿Cómo explicar que ustedes y yo hayamos tenido que emigrar para tener una vida mejor y más llevadera? ¿Cómo explicar la Cuba de Raúl Castro y Diaz Canel rodeados de lujos y todo tipo de prerrogativas y privilegios, mientras la gente se despedaza en las colas para llevar comida a la mesa? ¿Si el cuento del bloqueo fuese cierto, por qué sus gobernantes no lo han resuelto? ¿O es que mantener una ideología vale más que garantizar la felicidad de los cubanos?


La Generación de San Isidro nos supera en honor y valentía, y lo digo a mi pesar, porque, aunque muchas veces disentí con el pensamiento oficial, también bajé la cabeza, por miedo. Cuando salí de Cuba, hacía mucho tiempo que no creía en ese proyecto, mis más cercanos lo saben, pero nunca me atreví a gritarlo, lo mismo que muchos de mis amigos y colegas. No obstante, a ello, en muchas ocasiones fui aleccionado, acallado e intimidado sólo por expresar opiniones “inapropiadas” o negarme a participar en los actos de repudio, una de las acciones más indignas e inaceptables para cualquier ser humano que tenga dos dedos de frente. Ejercí el periodismo y en más de una ocasión fue premiada mi obediencia, pero hoy esos premios me avergüenzan, y no me voy a presumir de buen guerrero.


Cuantos años tendrán que esperar los cubanos para cambiar un modelo de sociedad anquilosado en un pasado lleno de fracasos y penurias, de hambre, y una vida miserable, pendiente de los vientos políticos que soplan en otras latitudes, o coyunturas económicas favorables para tener un respiro. Ahora, sueñan con la salida de Trump, y un Biden más amable. Hace mucho tiempo que necesitamos de un país que dependa de sí mismo para que sus ciudadanos puedan vivir con las condiciones mínimas de decoro, y no pendientes a remesas de la gente que sus propios gobernantes acusan de mercenarios y vendepatrias. Necesitamos un cambio de sistema y de gobernantes porque ambos han sido incapaces de hacer feliz al pueblo, y diría más, ambos son el impedimento para que eso suceda. Necesitamos un país donde el estado y el gobierno cumplan las leyes, donde funcionen las instituciones libremente y no como apéndice de un individuo o de un aparato que manda sin respeto a la constitución. Por eso creo en el Movimiento San Isidro, ellos son “la caravana en harapos de todos los pobres, la mesa sin mantel, la callejuela y la palabrota”, ellos valen lo que no vale mi silencio, lo que nunca valdrá ningún premio a la obediencia.

        Los abrazo, 

        Roberto Ruiz Rebo



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José Martí