lunes, 3 de enero de 2011

Chichén Itzá y los ojos sobre el pañuelo

Las civilizaciones mesoamericanas aun atesoran un misterio tal que convierte sus centros arqueológicos en los más atrayentes parajes de la tierra. Por mucho tiempo soñé visitar Chichén Itzá, la gran ciudad de los primeros habitantes de Centro América y la península de Yucatán. A Chichén llegan cada día mas de 5 mil personas, según nos dijo un guía turístico yucateco. Durante años he escuchado y oído hablar de los conocimientos y mitos de los mayas, de la perfección de su calendario, de los basamentos religiosos y científicos de la organización de su sociedad, y a veces hasta de la crueldad con que sacrificaban a sus enemigos. Cuando te acercas a la cultura de los más prístinos habitantes de nuestro continente, te das cuenta de que nunca hubo tal descubrimiento, y que la llegada de los españoles a estas tierras, sólo fue el comienzo de la destrucción de una civilización que de haber sido posible hubiese aportado tanto conocimiento al mundo de hoy, que probablemente fuésemos distintos, o al menos hubiésemos aprendido a amar y cuidar mejor la naturaleza. Cuando, al fin traspasé el espacio que va desde la entrada de la gran ciudad maya y alcancé a ver la gran pirámide de Kukulcán, me pareció estar trasladandome en el tiempo. Muchas veces había leído o escuchado hablar de esa maravillosa construcción, pero al acercarme a ella, me di cuenta de que muy poco sabía yo de tal pirámide y mucho menos de la cultura de los antigios habitantes de esta parte del planeta. Todos los elementos arquitectónicos en ese gran monumento tiene un significado que evidencia la coherencia del mundo maya con la naturaleza, la religión y todos los aspectos de la sociedad. Me vastó visitar Chichén por sólo varias horas, para darme cuenta una vez más, que la transculturación y el sincretismo de las culturas son fenómenos tan viejo como el surgimiento de la humanidad. A caso no lo reafirma la representación del dios maya Kukulcán con el mito de Quetzalcóatl, dios del panteón de los toltecas, cultura anterior a la de los mayas. Sorprende pensar como la aristocracia religiosa de aquella civilización se servía de los conocimientos científicos y los convertía en materia religiosa para administrar el poder y todas las actividades fundamentales de la comunidad. Sorprende el uso de la psicología, para insuflar miedo en la comunidad y lograr someter a los enemigos. Los juegos de pelota, actividad no sólo de entretenimiento, sino de un enorme contenido religioso y utilitario, son también el testimonio de como y cada una de las acciones comunitarias apuntaban hacia el sostenimiento económico de esa sociedad prehispánica. Aun duermen sobre las piedras de la ciudad maya de Chichén Itzá y de otros centros como Uxmal y las ruinas de Tikal, en Guatemala, los misterios que la barbarie colonizadora ocultó con su arrogante ignorancia y crueldad. Muchos son los conocimientos que aun faltan por develar, pero el poder del conocimiento es grandioso y la humanidad seguirá arrancandole los secretos a cada una de esas piedras, por el bien del planeta.

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Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti.

José Martí