sábado, 26 de febrero de 2011

Grandes y lamentables engaños de la televisión

La televisión nos engaña, pero sabe muy bien por donde anda, y lo que se trae entre manos. Sus ganancias aumentan de manera astronómica, y su influencia en la vida de todos es innegable. Las grandes tele-productoras y tele-transmisoras conocen muy bien los valores y las expectativas que esperan de ellas sus audiencias, y en eso trabajan con ahinco y dedicación. De eso no hay que dudar. Sus novelas y noticieros son perseguidos por los espectadores por la manera dinámica en que saben motivar y la profesionalidad de su gente. Con el talento y la creatividad que tienen los grandes medios de comunicación y el poder que ejercen sobre el ciudadano común, se pudiera inclinar la balanza hacia sociedades más justas y racionales, pero para ello se necesita defender un concepto que tenga como meta ese superobjetivo. En las sociedades modernas, la gente vive recostada al balcón de la pantalla chica, que ya va dejando de ser tan chica, por el milagro de la tecnología. Sin embargo, la ética de cada minuto en pantalla, con honrosas excepciones, está dirigida a la venta de productos, algunos superfluos e inservibles. En las grandes cadenas televisivas, aún cuando la publicidad al uso tiene algún valor de orientación sociocultural, se intenta un mercachifleo de fondo, que un ojo avisado detecta y rechaza por engañoso y cínico. Pero, la televisión pudiera consagrarse a la defensa de otros valores, que no sean el afán de tener y tener. La televisión pudiera consagrarse a fomentar valores como la solidaridad y el amor al prójimo, a la literatura, a la música clásica, a las artes en general y al deportes. La televisión puede contribuir a la lucha contra la violencia, contra los malos hábitos y otro conjunto de etcéteras. Como la energía nuclear que es capaz de edificar, curar o al mismo tiempo destruir, la pequeña pantalla puede ser un objeto noble dentro de un hogar. Sólo habría que cambiar las reglas del juego, o tal vez a sus dueños.

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Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti.

José Martí