domingo, 6 de mayo de 2012

Cafe y chocolate: bendita sea la poesía

La cultura no cede paso a nada: el arte creativo, las tradiciones, la memoria colectiva y la historia con sus convulsiones cíclicas, contadas muchas veces de manera equivocada y otras tantas manipulada, permanecen como bastiones a los que apelamos los ser humanos para no caer al vacío y al desconsuelo de la rutina diaria, y bajar a la trampa de los odios y las rencillas históricas. Todas estas razones pudieran servir de argumento para justificar la comunión y la comunicación casi perfecta de los asistentes a la peña de Fernando de la Cruz, en el Café Chocolate de la calle 60 en la ciudad de Mérida, donde gabachos, mexicanos y cubanos compartimos de manera fraternal, delicada y hermosa, nuestros sueños en forma de poemas y canciones. Ni siquiera la falta de un sistema de audio adecuado, pudo arruinar el atento deseo de escuchar melodías y versos dichos en distintos idiomas: Steve dice su poema en inglés con la humildad de un obrero y mucho amor en los ojos; una mujer de anteojos con cabellos rubios entrecanos, recita con voz dulces, los acordes de una historia cotidiana con la hermosura del asombro, Roldán pone a rodar en nuestros oídos sus propias sensaciones entre "el sudor y el tiempo". La tarde transcurre amorosa entre el calor, los sorbos de café y otras bebidas. Una cubana embiste, casi canta sus versos, al tiempo que se declara hija de Guillén, uno de los poetas mas versátiles y auténticos de Cuba. Y viene Cher, lanza una advertencia con una de sus canciones al estilo de Janis Joplin, que a mi se me antoja un suspiro. Las horas avanzan y casi oscurece cuando aparece una pequeña lámpara para ayudar la lectura. Es mi turno: Digo un par de poemas, luego canto y la gente aplaude entusiasmada: "Vendrás cerrando puerta a los adioses" dice mi canción y escucho silencio porque voy también diciendo libertad que ha de venir para todos. Y luego aparecen Martí y Joseito unidos para siempre en la historia y la música: "Guantanamera, guajira, guantanamera... la gente hace palmas y canta, y aplaude de nuevo. Fernando lee la hermosa fábula de una adolescente proclamando que la humanidad es un cesto de frutas, indudablemente el axioma perfecto al respeto de la diversidad que tanto buscamos. Se va la tarde, cálida, alegre, amable...
Es una pena que haya tan pocos libros de poemas en las librerías, cuando hay tanta poesía y tanta gente urgida del beneficio neto que tiene el verso para los sentimientos más puros de la humanidad. Cuando se piensa  en una tarde como la de Café Chocolate, donde ignorando los diferendos políticos de nuestros gobernantes, nos reunimos para disfrutar de la vida y entregar de manera mutua un poco de si, gente venida de distintas raíces, con el sabio pretexto de celebrar la poesía y la creación toda. Cuando se piensa en ese abrazo de despedida que nos da un ser humano quien nos ha traído la fuerza de los versos, resulta suficiente para bendecir definitivamente a los poetas, y también a la poesía.

1 comentario:

  1. haber que día pueda un servidor asistir a ese tipo de evento, en verdad mucho la poesía.

    ResponderEliminar

Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti.

José Martí